lunes, 23 de febrero de 2009

Ojalá fuese mañana


Fotografía: Macarena Soto

Se trata más bien de expresar que de reclamar, en una historia que tiene mucho de lo último. Una historia de la que fuimos  partícipes y de la que ya desgraciadamente poco nos queda en nuestra cabeza embarullada. Hablo de un viaje a los campamentos de refugiados saharauis.

Allí, en Argelia, en pleno desierto, un muro y la zona de mayor densidad de minas anti persona del mundo separan a 200 mil saharauis de sus casas. Esperan una respuesta del mundo occidental, sin que nada parecido se avecine. En esta situación perviven desde hace más de treinta años, en uno de los lugares más hostiles del planeta, la hamada.

Cuando un grupo de universitarios, allá por abril de 2008, llegamos a los campamentos, observamos una sociedad tremendamente abierta y con una moral que a muchos occidentales nos resultó envidiable. En un lugar en el que no había vida y ahora apenas la hay, se instalaron para un momento, para unos días, hasta que la gran conciencia occidental tantas veces idolatrada se percatase de la tremenda injusticia que se cernía sobre ellos. Un momento, que todavía dura, que sigue siendo momento, mientras las administraciones aprueban, refutan y echan atrás resoluciones, planes de paz y demás abstractos términos.

Treinta y un años en los que, sin embargo, ellos, los saharauis, se mantienen pacientes, expectantes. Sus ideas son claras: recuperar sus tierras usurpadas. Pero lo realmente admirable, es que sus ánimos no decaen, son capaces de evitar el pesimismo, la desesperación, la desesperanza, incluso consiguen esquivar aquellos que son traidores, la añoranza, lo bucólico.

Y todo esto, reitero, viviendo en la nada, donde cualquier actividad humana, por primaria que sea, como la agricultura, ganadería o caza resultan imposibles. Sin embargo, cuando llegamos, aquellos hombres y mujeres del olvido, de la nada por fuera y de tanto por dentro, nos acogieron en sus casas y nos ofrecieron todo lo que tenían. El camello, para ellos un plato muy especial, lo comíamos todos los días. Nos dejaron dormir en los mejores lugares, nos prepararon actividades, fiestas, nos dispusieron toda el agua que necesitábamos, bien muy preciado allí.

Es este el corazón saharaui, humilde y tremendamente hospitalario con los que van, según decían, a conocer su situación. Me gustaría que esto sirviese como reconocimiento a los saharauis, capaces de darlo todo, incluso a aquellos que tienen una deuda histórica con su pueblo, como era nuestro caso.

Pero me gustaría que ese reconocimiento no se quedase ahí, en maldita caridad o siquiera admiración, espero que sean narrados en las historietas políticas, que sean objetivo, ya de una vez por todas, de las ambiciones de nuestros gobiernos. Ojalá mañana podamos volver a ver sus caras, gozar de su alegría y de su fuerza, pero el viaje que tenga como destino el Smara, el Aaiun, el Tifariti de verdad, estas ciudades que un día les obligaron a cambiar por polvo y sequedad. Que mañana nos vuelvan a acoger como lo hicieron pero que esta vez sí sean sus hogares.

Ojalá esto ocurriese para que este pueblo sea envidiado por todos, porque ninguno supo luchar contra la injusticia propia sin derramar odio ni rencor. Un pueblo que con el poderío y la fuerza de la justicia puesta en la palabra, habrá sido capaz de derrotar a uno de los ejércitos más poderosos del planeta. Caso idílico que puede convertirse en real si nosotros, ciudadanos de primera, reaccionamos del letargo.

Esta entrada también está publicada en http://www.imbecilidadrecreativa.blogspot.com/

sábado, 21 de febrero de 2009

¿Diferentes prioridades?


Cuando esta tarde veía la televisión, un intenso escalofrío recorrió mi cuerpo, quizá debido a la escasa costumbre de contactar con la bochornosa realidad, o quizá fue al constatar como se está aniquilando nuestra ya escasa capacidad cerebral; y no es que fuese el programa de Ana Rosa, ni el diario de Patricia, ni tan siquiera se trataba de Gran Hermano, ¡Eran las noticias! Estas señoras que cundo advertimos su presencia les concedemos grandes silencios y fuertes aspavientos y cuando avistamos su marcha, con la melodía del final, nos provoca gran satisfación. Es el deber cumplido.

La razón de tan amargo sentir se produjo al observar que el telediario de Antena 3 (vale, me lo imaginaba) abría con un largo recorrido por aquellos lugares de especial transcendencia en la investigación de Marta, la niña asesinada por su novio. Cuando vi, la vergonzante función teatral que los intrépidos reporteros de Antena 3 habían montado por la geografía española, solo sirvió para constatar que Antena 3, años después, continuaba en ese estado de morbosidad necrófila. Pero cuál fue mi sorpresa, cuando cambio de canal y el mismo espectáculo se estaba emitiendo en la Primera. Con declaraciones del padre y del abuelo de la niña en primicia, incluso nos desvelaron el lema de las camisetas que repartían ¡Qué gran proeza periodística!

Ingenuidad la mía, pensar que en el día de hoy era más importante que el segundo partido de este país plantee que la justicia está al servicio de un partido político o que Hillary Clinton, considere el incumplimiento de los derechos humanos una nimiedad comparado con las relaciones económicas con China. Ingenuidad la mía, si pretendía una mención a la cruda situación que se prevee entre Israel y Palestina tras los primeros contactos para formar gobierno en el país semita.

Aún así, hubo algo extraño que si me chocó: ¡Pero, cómo demonios no usaron este suceso para hablar de la crisis económica! Creo que fue debido a que se quedaron sin tiempo. Había que hablar de Messi.

domingo, 15 de febrero de 2009

A la caza y captura del inmigrante

Hoy nos despertábamos con una noticia bastante desmoralizadora para aquellos que aún creemos en la igualdad, en la justicia, en los derechos de los ciudadanos; desmotivante para los que vemos al inmigrante, no como el diablo personificado, sino como víctimas de los derroteros de esta sociedad.

La noticia era la revelación de un informe de la policía local de Madrid por el cual se instaba a los agentes a detener a un número concreto de inmigrantes sin papeles, además si no se podía alcanzar la cifra en su distrito, se debía acudir a otros con tal de completar el número, que por ejemplo en el barrio de Vallecas se elevaba a las 35 personas semanales, sí, personas. El informe tiene escasa inocencia, de hecho hay un mensaje que queda bien claro: no importa ni cuándo, ni dónde, ni cómo con tal de detener extranjeros. Además venía con premio, concesión de días libres a los agentes.

Como si de una plaga de insectos se tratase, eliminar inmigrantes es la tarea de nuestros cuerpos de “seguridad”. Siempre fue fácil detener al más débil, al más frágil, al más inestable, al que no puede ejercer ni fuerza, ni presión porque llegó con lo puesto a un lugar tremendamente hostil. Hoy un artículo de El País Semanal esclarecía la vida que numerosas inmigrantes padecen tras llegar al país soñado: la prostitución. 

Sin embargo, detener al verdugo, a las mafias que trafican con inmigrantes, a los empresarios que hacen de su ilegalidad un motivo para restringirles derechos o los caseros que les cobran millonadas por el alquiler de una habitación hacinada de personas, detener a los que se aprovechan de su situación, siempre supuso más controversia social.

¿Por qué nos esmeramos en tratar de eliminar a los que son los vencidos del sistema, en barrer el exponente más inocente de una interminable cadena de delitos? Se trata de un intento más, en la categorización del inmigrante dentro de un prototipo nada halagueño. Pero más horrible es, que estas personas que tan despectivamente las consideramos, son seres que tuvieron huir de sus hogares, personas que vienen a conseguir un pedazo de pan de nuestra estructura, una estructura que nos aporta un enorme beneficio, y que a ellos les ha convertido en seres famélicos, moribundos, en los lugares que por azar les tocó aparecer. Pedazo de pan, que a diferencia de muchos españolitos o lo consiguen o perecen. Cómo puede llegar a tal punto el egoísmo de los “desarrollados” que se preocupan de expulsar a aquellos que no tienen qué comer, que los envían a los lugares que por razones de supervivencia tuvieron que abandonar por un camino que tratamos concienzudamente que sea cada vez más complejo.

Pero además, este maldito informe echa por tierra lo que muchos ya considerábamos intacto. Os podéis imaginar la estampa de nuestras calles en un día como el de mañana. La policía sospechará, parará, interrogará a cientos de personas, siempre con un color y unos rasgos físicos determinados. Con este, como único criterio a la hora de identificar ilegales. ¡Adiós a la presunción de inocencia! ¿No es esta una discriminación por razón de raza? Pero, aún peor es, que esta medida no viene de ningún desalmado especulador, ¡No!, proviene del Estado, ¡Sí!, ese que se supone democrático, del bienestar, que se erige como garante de derechos, que se otorga la justicia mundial, que defiende la convención de Ginebra, los Derechos Humanos, ese que es exponente de la sociedad, que se jacta de su moral, de sus principios.

En definitiva, la caza y captura de los débiles, es una de las prioridades de la policía local madrileña. Mañana su criterio será el color de piel y los rasgos de los transeúntes, con el único objetivo de alcanzar la cifra impuesta. ¿Dónde quedan los Derechos Humanos, la igualdad y la justicia, si son las propias instituciones las que se lanzan a hacer semejantes tareas?

sábado, 14 de febrero de 2009

Saludos

Muy buenas, a todos los que me visitáis, por primera, por última o por enésima vez. En mi primera entrada, pensé que debería antes de nada saludar y continuar presentándome. Pretendo escribir reflexiones, personales pero no íntimas, aunque dios sabe en qué evolucionará. Os puedo prometer pocas cosas, lo siento. Ni siquiera constancia, lo intentaré, mucho menos calidad. Nace con la intención de que todo aquello que quiero expresar no se quede en una carpeta inaccesible de mis documentos, sino que sirva. Casi siempre para nada, pero alguna para algo. Visiones diferentes de nuestro mundo, que la mayoría, lo advierto, serán utopías inalcanzables. Es un paso, publicar lo que pienso. Me supone riesgo excitante. Ah, por cierto, una manía, la letra grande.

 

El nombre ha sufrido transformaciones. Zancadas de enano, creo que me puede definir, pretendo dar grandes pasos como si de un gigante me tratase pero no me doy cuenta que mis pasos, por muy grandes que intente que sean, por mucho que estire las piernas, son en realidad de enano. Una colina se convierte en una increpante montaña y un suave valle es un fuerte precipicio. Quizá con este blog aspire a que los pasos sean cada vez más largos para poder sortear con más eficacia los escollos de la naturaleza.

Aquí nació.

Espero que os guste.