domingo, 15 de febrero de 2009

A la caza y captura del inmigrante

Hoy nos despertábamos con una noticia bastante desmoralizadora para aquellos que aún creemos en la igualdad, en la justicia, en los derechos de los ciudadanos; desmotivante para los que vemos al inmigrante, no como el diablo personificado, sino como víctimas de los derroteros de esta sociedad.

La noticia era la revelación de un informe de la policía local de Madrid por el cual se instaba a los agentes a detener a un número concreto de inmigrantes sin papeles, además si no se podía alcanzar la cifra en su distrito, se debía acudir a otros con tal de completar el número, que por ejemplo en el barrio de Vallecas se elevaba a las 35 personas semanales, sí, personas. El informe tiene escasa inocencia, de hecho hay un mensaje que queda bien claro: no importa ni cuándo, ni dónde, ni cómo con tal de detener extranjeros. Además venía con premio, concesión de días libres a los agentes.

Como si de una plaga de insectos se tratase, eliminar inmigrantes es la tarea de nuestros cuerpos de “seguridad”. Siempre fue fácil detener al más débil, al más frágil, al más inestable, al que no puede ejercer ni fuerza, ni presión porque llegó con lo puesto a un lugar tremendamente hostil. Hoy un artículo de El País Semanal esclarecía la vida que numerosas inmigrantes padecen tras llegar al país soñado: la prostitución. 

Sin embargo, detener al verdugo, a las mafias que trafican con inmigrantes, a los empresarios que hacen de su ilegalidad un motivo para restringirles derechos o los caseros que les cobran millonadas por el alquiler de una habitación hacinada de personas, detener a los que se aprovechan de su situación, siempre supuso más controversia social.

¿Por qué nos esmeramos en tratar de eliminar a los que son los vencidos del sistema, en barrer el exponente más inocente de una interminable cadena de delitos? Se trata de un intento más, en la categorización del inmigrante dentro de un prototipo nada halagueño. Pero más horrible es, que estas personas que tan despectivamente las consideramos, son seres que tuvieron huir de sus hogares, personas que vienen a conseguir un pedazo de pan de nuestra estructura, una estructura que nos aporta un enorme beneficio, y que a ellos les ha convertido en seres famélicos, moribundos, en los lugares que por azar les tocó aparecer. Pedazo de pan, que a diferencia de muchos españolitos o lo consiguen o perecen. Cómo puede llegar a tal punto el egoísmo de los “desarrollados” que se preocupan de expulsar a aquellos que no tienen qué comer, que los envían a los lugares que por razones de supervivencia tuvieron que abandonar por un camino que tratamos concienzudamente que sea cada vez más complejo.

Pero además, este maldito informe echa por tierra lo que muchos ya considerábamos intacto. Os podéis imaginar la estampa de nuestras calles en un día como el de mañana. La policía sospechará, parará, interrogará a cientos de personas, siempre con un color y unos rasgos físicos determinados. Con este, como único criterio a la hora de identificar ilegales. ¡Adiós a la presunción de inocencia! ¿No es esta una discriminación por razón de raza? Pero, aún peor es, que esta medida no viene de ningún desalmado especulador, ¡No!, proviene del Estado, ¡Sí!, ese que se supone democrático, del bienestar, que se erige como garante de derechos, que se otorga la justicia mundial, que defiende la convención de Ginebra, los Derechos Humanos, ese que es exponente de la sociedad, que se jacta de su moral, de sus principios.

En definitiva, la caza y captura de los débiles, es una de las prioridades de la policía local madrileña. Mañana su criterio será el color de piel y los rasgos de los transeúntes, con el único objetivo de alcanzar la cifra impuesta. ¿Dónde quedan los Derechos Humanos, la igualdad y la justicia, si son las propias instituciones las que se lanzan a hacer semejantes tareas?

1 comentario:

  1. Quisiera, hoy que es el día mundial de la poesía, hacerme cómplice de ella

    AUTOCRÍTICA

    Yo he escrito
    en más de una ocasión
    del lado de los vencidos
    y no sin cierto énfasis

    pero en realidad me hallo
    del lado de los vencedores
    desde hace mucho

    en una posición subordinada
    qué duda cabe
    con algunas renuncias voluntarias
    qué duda cabe
    con reconomios y escozores morales
    qué duda cabe
    pero del lado de los vencedores
    qué duda cabe

    desde hace
    muchas generaciones
    pero sin duda exagero: es cosa más reciente

    con todas las proteínas necesarias
    con toda esa ristra de derechos humanos
    con sobreabundantes toneladas de equivalente de petróleo

    yo
    beneficiario del sol de la explotación
    beneficiario de los yacimientos de la tortura
    beneficiario de los tipos de interés de la muerte

    me muero
    de vergüenza.
    Jorge Riechmann

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